Hoy, los duendes no escribían, lloraban

Cómo de dulce será el corazón del amigo Luis Urquieta que hoy se va. Soportó a los pulmones enfermos que fueron empequeñeciéndose a su lado, mientras él, como corazón, crecía en dulzura en pleno pecho.

Cómo de dulce se iba el corazón de Luis.

Estaba ahí en su féretro, como si ya nada sucediera. Sin embargo se nos quebraba la voz a muchos y estábamos delante de él, empobrecidos tratando de entender la muerte.

Pero, yo sentía a "El Duende" alrededor. A ese duende que leía, que buscaba en libros, que escribía, que escogía, lo que iba a regalar el siguiente domingo en el suplemento de "La Patria" a los que amaban la lectura. Ese duende "que cargaba -como dije hace años- más de cuatrocientas ediciones encima, lo que suponía una sabiduría portentosa". Ese duende, se paseaba en medio de nosotros, en pleno cementerio, dictándome la urgencia de hablar de ellos, que traían "textos de los confines más alejados, con permanente actualidad y calidad literarias, para insertarlos en el material preferido de Luis: el papel periódico".

Sólo que hoy, los duendes no escribían, lloraban.

Vinieron para decirle la palabra grande: "Gracias", porque Luis les despertó del espacio en que duermen las energías misteriosas del arte, de la música, la pintura, la palabra y les llevó al periódico, disfrazados de cartas olvidadas, de opiniones estupendas, como cuentos, poemas y palabras tristes�

Hoy lloraban. Junto con nosotros y junto con los ángeles, y se llevaban a Luis, no sé dónde. Tal vez donde mora el arte eterno que es Dios.

Gaby Vallejo Canedo