Un brindis para Luis

¿Cuándo lo conocí? No recuerdo con exactitud. Hace mucho, a través de las palabras impresas, a través, ¡cuando no! del inquieto duendecillo que me apareció un sábado en la terminal de buses de Oruro.

Siempre fui una seguidora del matutino "La Patria", sub decano de la prensa boliviana y escuela de notables periodistas. Sin embargo, fue el suplemento literario y cultural "El Duende" el que me ató para siempre a sus ediciones. Edición, 100, edición 300� nuevos y más aniversarios para experimentar el conocimiento en artes plásticas, teatro, poesía, narrativa, de Oruro, de Bolivia, del continente, del mundo. De ahora y de todos los tiempos.

Envié tímidamente algunos escritos y grande fue la alegría de verlos ahí publicados.

Lo extraordinario fue saludar al hombre detrás de ese milagro. Además de ser el mecenas, era un orureño empeñado en ayudar a sus contemporáneos o a personas afincadas en su amada tierra para editar libros, organizar festivales de poesía, presentar tertulias.

Fino, era dueño de una conversación impecable sobre diversos temas y así gozamos largas sobremesas en algún restaurante orureño, en el lobbi de un hotel o al finalizar un acto en alguno de los espacios culturales paceños. Brindamos alegres con la presentación de sus propios libros o del reconocimiento académico a su aporte al idioma español.

Sin duda, el momento más grabado fue verlo alentar un encuentro internacional de poetas en Oruro, víspera del Carnaval, sobre el cual ya escribí en otros momentos.

Luis Urquieta, empresario exitoso, hombre sencillo, letrado, era a la vez bailarín alegre y combinó el quebranto de una oda sentimental que recitaba una argentina con el bombo saltarín de la banda Poopó. Nos divertimos tanto�

�l, su esposa, su familia, representaban y representan los grandes valores de la humanidad: amor a la vida, solidaridad, hospitalidad, partir el pan, alentar el deicidio que comparte a los humanos con los dioses a través de la creación estética.

Lupe Cajías de la Vega