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Domingo 01 de diciembre de 2019

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Cultural El Duende

Don Lucho

01 dic 2019

Fue cierto cálido domingo de un verano orureño, a principios de los 90, que conocí a Luis Urquieta Molleda en el hall de mi antigua casa paterna de la calle Murguía. Había sido invitado por mi padre, Dulcardo, para compartir una parrillada junto a algunos amigos. A cierta hora de la tarde, caí a la mesa y de pronto me vi envuelto en amable conversación con él. De pronto, impredeciblemente salió a escena ese animal brillante y sigiloso, la literatura, que nos arrastró a intercambiar afinidades y algunos autores que habían entusiasmado nuestra azarosa existencia.

Al poco tiempo, en su calidad de Presidente de la Federación de Empresarios Privados de Oruro, tuvo la acertada iniciativa de crear la Fundación Cultural FEPO, dotando así de un valioso instrumento para el desarrollo cultural de Oruro. La primera actividad cultural de la entidad, fue la edición y presentación de mi poemario "La trama del viento" (1993), por lo que mi agradecimiento a este gesto es perenne. El acto contó además con la presencia del magnífico comunicólogo, Luis Ramiro Beltrán y el amigo inolvidable, Alberto Guerra.

Al poco tiempo, en su calidad de Presidente de la Federación de Empresarios Privados de Oruro, tuvo la acertada iniciativa de crear la Fundación Cultural FEPO, dotando así de un valioso instrumento para el desarrollo cultural de Oruro. La primera actividad cultural de la entidad, fue la edición y presentación de mi poemario "La trama del viento" (1993), por lo que mi agradecimiento a este gesto es perenne. El acto contó además con la presencia del magnífico comunicólogo, Luis Ramiro Beltrán y el amigo inolvidable, Alberto Guerra.

Don Lucho -como solía llamarlo- a propósito, escribió en la presentación del poemario: "Siendo tan poco nuestro asomo a las mieses siempre fecundas del artista y del intelectual, más todavía cuando al conjuro de sus tribulaciones, sus creaciones deben confrontar la indiferencia, cuando no el rechazo, de una abigarrada sociedad, se da pues la ocasión de acercarnos pues sin ufanía de mecenazgo, en este caso al poeta, con el patrocinio de la edición de sus frutos maduros".

Estas palabras traslucen la filosofía que lo acompañó durante los muchos años que promovió y desarrolló esa importante iniciativa cultural en Oruro y el país. Don Lucho fue un hombre polifacético, además de ingeniero y empresario, fue escritor y un prolífico promotor cultural. Es decir, trabajó esa otra ingeniería que demanda exigencia e imaginación: la literatura, y proyectó su capacidad de gestión a esa otra empresa no menos ardua y generosa: la cultura. Fue "Sol de Otoño", su libro de ensayos, y las fundaciones culturales que dirigió incansablemente.

Tuvo la capacidad de mover viejas y consuetudinarias estructuras. A empresas e instituciones les abrió los ojos y les permitió entender que el desarrollo material es insuficiente al margen del desarrollo cultural: cuerpo y espíritu en un sólo hálito. De ahí es que la FEPO y ZOFRO, bajo su gestión, se convirtieron en aparatos comprometidos con los afanes del arte y la cultura, con indudable impacto.

La publicación del suplemento cultural "El Duende" en el diario La Patria, junto a un selecto equipo, fue uno de sus mayores aciertos, al haber logrado algo infrecuente en el periodismo nacional, la continuidad y proyección de esta publicación durante más de dos décadas. Paralelamente se abrió el camino a la publicación de libros en las especialidades de la historia, el arte y la literatura, materializando un destacado proyecto bibliográfico.

Sería largo y oneroso mencionar las múltiples actividades y emprendimientos prodigados por su generoso espíritu, estos, sin duda, se hallan registrados en la memoria colectiva, en instituciones y escritos. Por mi parte, no quiero cerrar está página sin evocar su calidad humana, su alta sensibilidad, iniciativa y empuje en esa empresa de Quijotes que es la obra cultural. Siempre lo recordaremos concibiendo proyectos, compartiendo ideas, tallando palabras, con la fe en lo trascendentemente intangible, revitalizando el viejo poder de la lucidez. Gracias Don Lucho.

Edwin Guzmán Ortiz

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