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Domingo 01 de diciembre de 2019

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Cultural El Duende

Su inmensa figura en las letras no podrá ser reemplazada

01 dic 2019

Acaba de irse de este valle de lágrimas, nuestro amigo y nuestro maestro, don Luis Urquieta Molleda. No sabemos si en vida recibió lo que bien se merecía. Un hombre de tan notable trayectoria intelectual como Luis, es a veces, o casi siempre en Bolivia, un valor apenas percibido. Vivimos sumergidos en la ebullición de cosas ajenas a las manifestaciones del espíritu. La literatura fue siempre desde hace rato un lujo extraño, en un medio que se parece más bien a un desolado páramo.

Luis no sólo era un verdadero artista en el manejo del lenguaje; también fulguraba en su prosa de escritor un cúmulo de ideas como cosecha de sus años vividos. Observador atento a lo que sucedía en el país, ha volcado en sus páginas muchas enseñanzas de invalorable factura. Nos ha regalado a manos llenas su talento y su sabiduría. Su inmensa figura paternal en las letras no podrá ser reemplazada nunca. Hoy, el llanto que provoca su ausencia física definitiva, nos estruja el corazón de angustia. Pero ese es el destino humano, trágico en su real e inevitable dimensión temporal.

Luis no sólo era un verdadero artista en el manejo del lenguaje; también fulguraba en su prosa de escritor un cúmulo de ideas como cosecha de sus años vividos. Observador atento a lo que sucedía en el país, ha volcado en sus páginas muchas enseñanzas de invalorable factura. Nos ha regalado a manos llenas su talento y su sabiduría. Su inmensa figura paternal en las letras no podrá ser reemplazada nunca. Hoy, el llanto que provoca su ausencia física definitiva, nos estruja el corazón de angustia. Pero ese es el destino humano, trágico en su real e inevitable dimensión temporal.

Tampoco sabemos por dónde se habrá descolgado la parca con su guadaña ominosa; lo que podemos testimoniar en esta hora triste es que Luis era un hombre raro: tal vez la vida le enseñó el secreto mágico de refugiarse en una sonrisa hasta en los momentos más ingratos de la vida. Esa expresión de tan fina cortesía en un hombre ya provecto -decía el Nobel Alexis Carrel- proviene de su espíritu; es el alma que asoma a los ojos a pesar del dolor que cuesta a veces vencer el último tramo de la existencia.

Pero lo que singularmente caracterizó la personalidad de Luis Urquieta es el haber desempeñado con resolución e infatigable empeño el raro papel de Mecenas, en esta tierra no tan pródiga en esas virtudes. "El Duende", suplemento literario que empezó a publicarse quincenalmente a partir de 1995 junto al diario La Patria de Oruro, es el más notable testimonio de su aporte a las letras nacionales y a la cultura. Aunque él ya esté ausente para siempre, al leer de nuevo esa revista imaginaremos que desde esas páginas nos saluda y nos sonríe otra vez.

Así como el olvido es la muerte definitiva, la memoria es una forma de ganarle eventualmente a la muerte. Hay personas que ocupan por sus obras y su generosidad un sitial de preferencia en la memoria colectiva de su pueblo. Así es y así será Luis Urquieta: un recuerdo vivo aunque él ya no esté con nosotros. Desde este misterio de la vida saludamos su partida hacia ese otro misterio que es la muerte.

Demetrio Reynolds

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