Toda rebelión popular requiere de grandes insumos para triunfar: ya sea plata, gente, armas o instituciones. Dicho de otro modo, toda insurrección necesita un "patrono" que la lleve al éxito, porque por sí sola no es nada. La mitología autoconvocada, vale decir, el cuento de que "el pueblo" se puede convocar a sí mismo para luchar y ganar, es demasiado inocente.
En ocasiones, esos patronazgos se notan más y en otras menos, pero lo cierto es que sin el patrono, el pueblo no es nada. No importa si se trata de una rebelión de izquierda o de derecha: las personas necesitamos de alguien más poderoso que nosotros, que pueda ayudarnos con el material necesario para conseguir nuestros objetivos.
Lo que mucha gente no entiende es que no tiene nada de malo tener un patrono; es una necesidad natural, no hay por qué avergonzarse de ello. Es cierto, hay un componente muy importante en la voluntad de poder, como llamaba Nietzsche a ese ímpetu de superarnos a nosotros mismos. Tiene mucho valor el hecho de levantarse y por cuenta propia decidir que uno quiere desafiar al establishment.
Lo que mucha gente no entiende es que no tiene nada de malo tener un patrono; es una necesidad natural, no hay por qué avergonzarse de ello. Es cierto, hay un componente muy importante en la voluntad de poder, como llamaba Nietzsche a ese ímpetu de superarnos a nosotros mismos. Tiene mucho valor el hecho de levantarse y por cuenta propia decidir que uno quiere desafiar al establishment.
Sin embargo, todo tiene un límite, y debemos tener la humildad de reconocerlo: ¿Hasta dónde llegan nuestras fuerzas? Podríamos mover viento y marea por presionar a un gobierno corrupto e injusto para derrocarlo, y aun así salir perdiendo. Los venezolanos llevan años protestando, pero no tienen un patrono que los salve: ahí están los paramilitares de Maduro disparando y los líderes de la oposición negociando; el pueblo está solo.
Y en nuestro caso, ¿Qué fue lo que pasó? Nuestra oposición no era tan servil al gobierno, algo de sentido común quedaba todavía en los politiqueros de siempre. También los policías y militares aprendieron la lección del pasado: no salir a reprimir al pueblo, pero tampoco derrocar mediante un golpe. ?nfasis en que no hubo golpe, para que se enojen los zurdos.
Además, estaban las grandes, medianas y pequeñas empresas que colaboraron con el paro cívico: "No trabajo hasta que mi país no sea libre". También pasó que la Organización de los Estados Americanos (OEA) finalmente supo ponerse del lado de la verdad: hubo fraude electoral; e incluso Almagro traicionó a su buen amigo Evo. ¿Por política?, ¿Por intereses? Seguramente. Pero el hecho es que eso ayudó.
Y sí, a más de un zurdo se le va a zafar un tornillo con esto: "¡Ven! ¡Ahí está la prueba! ¡La derecha compró a Almagro! ¡Golpe de Estado!". Exacto. Así como Evo compró a los empresarios cruceños hace diez años. Así como compró a los jueces, las alcaldías, las gobernaciones, los campesinos?
A un zurdo le incomoda la idea de que alguien financie sus actividades. Algunos lo niegan por inocencia: militan de todo corazón y con buenas intenciones en la izquierda, sin pensar en las atrocidades que podrían estar haciendo algunos de sus líderes. Otros lo hacen por terquedad: militan sabiendo el tipo de intereses que hay detrás de sus causas, y aun así niegan la realidad.
Durante esta "revolución de las pititas", al zurdo masista le encantaba ver intromisión ilegítima por doquier: el imperialismo norteamericano, la CIA, los unicornios, las tropas galácticas de Darth Vader, etc. No distinguen tipos de patronazgos y recurren a los clásicos de la demagogia izquierdista: el capitalismo internacional. Para el zurdo no existen Rusia, China ni Irán. Y si existen, evitan mencionarlos a propósito.
Al fin y al cabo, ¿Qué sería del ascenso de Evo Morales sin el financiamiento de Soros, Chávez y Gadafi? ¿Qué sería de la Revolución Bolchevique en Rusia sin el capital de los banqueros de Wall Street? ¿Qué sería de la independencia latinoamericana y la Revolución Francesa sin las logias masónicas? Nada, absolutamente nada. Y no es malo tener ese apoyo, al menos estratégicamente hablando.
Si hablamos de ética, obviamente ahí sí conviene juzgar la calidad de tus patrocinadores. No es lo mismo que tu lucha sea auspiciada por organizaciones de derechos humanos, a que lo sea por un cártel del narcotráfico, una red de trata y tráfico de personas o un grupo fundamentalista islámico.
La ética es otro plano de la cuestión que no vamos a detenernos a analizar aquí, porque estamos hablando única y exclusivamente de estrategias. Todos necesitamos patronazgo: es la estrategia clave del éxito, y más aún en el mundo de hoy.
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