El epígrafe se aplica a la estimación de sí mismo, así como a la voluntad resultante de ella y la tendencia al propio bien. Es el instinto de autoconservación propio de toda persona que aprecia la vida manifestada por el conocimiento y la voluntad.
El amor propio se vuelve contra todo lo que a su entender disminuye o aniquila la propia existencia y demanda o reclama lo que la conserva y fomenta. Con el último párrafo se descarta la violencia que acaba con la vida y la perniciosa y punible instigación a aquélla.
El amor ordenado a sí mismo se enraíza en el instinto de conservación y tiene como fin inmediato la persona sirviendo mediatamente a la conservación de la especie; es un deber moral porque el fundamento verdadero y más profundo de la autoestimación reside en la condición de ser imagen de Dios. Esta imagen que con su gama de actividades deben las personas conducirla a su mayor perfección, es decir, no quitar la vida al prójimo, con y sin intencionalidad, aunque piense diferente.
El amor ordenado a sí mismo se enraíza en el instinto de conservación y tiene como fin inmediato la persona sirviendo mediatamente a la conservación de la especie; es un deber moral porque el fundamento verdadero y más profundo de la autoestimación reside en la condición de ser imagen de Dios. Esta imagen que con su gama de actividades deben las personas conducirla a su mayor perfección, es decir, no quitar la vida al prójimo, con y sin intencionalidad, aunque piense diferente.
Este amor es ordenado cuando siguiendo la correspondiente serie de valores, persigue los bienes a la esencia de las personas y, con esa aspiración, no perjudica al prójimo ni a sus derechos, no los avasalla ni los conculca.
El amor a sí mismo ordenado rectamente no puede estar jamás en contradicción con el verdadero bien de sus semejantes (prójimos) antes, por lo contrario, es necesario para éste.
Cuando todos en una población piensan en su perfeccionamiento esencial, el orden y el bien de la comunidad están bien asegurados, siempre y cuando los que disponen de autoridad y capacidad para ejercerla no la utilicen para fines propios y egoístas en la población que tiene criterio en formación.
Precisamente aquí es cuando el amor a sí mismo se torna desordenado porque antepone los bienes inferiores y subalternos a los superiores, y reclamándolo todo indebidamente para sí, sin meditar, y cuando lesiona a la población en su seguridad y derechos inalienables.
Es la degeneración por egoísmo del amor propio que, además del incumplimiento del deber ético del amor a sí mismo causa daños en las decisiones y en la vida, ejemplificando: quien por egoísmo deja de hacer esfuerzos para lograr su propio desenvolvimiento y perfección, genera caos.
(*) Abogado corporativo, posgrados en Alta Gerencia para abogados (UCB-Harvard), Ciencias Política y Filosofía (maestrn),
Interculturalidad y Educación Superior, Arbitraje
y Conciliación Derecho Aeronáutico, doctor en honoris
causa en Humanidades (IWA-Cambridge University, USA).
Para tus amigos:
¡Oferta!
Solicita tu membresía Premium y disfruta estos beneficios adicionales:
- Edición diaria disponible desde las 5:00 am.
- Periódico del día en PDF descargable.
- Fotografías en alta resolución.
- Acceso a ediciones pasadas digitales desde 2010.