Los principios y valores de los jóvenes y las salidas a la crisis
10 nov 2019
Jorge Trujillo Pinto (*)
La crisis que Bolivia enfrenta, por el sentido y carácter atribuido a las movilizaciones por los jóvenes principalmente, sólo puede tener una solución en términos democráticos y de concertación; solución que requiere, dada la particular situación actual, mantener e incluso elevar la intensidad de las movilizaciones, puesto que las mismas ya son generales (atraviesa horizontal y verticalmente a toda la sociedad) y extensas (la cobertura geográfica de las movilizaciones como nunca antes, son de Norte a Sur y Este a Oeste) , dado que el MAS ha radicalizado su pretensión de subordinar al Estado y a la sociedad a su ideario político. Ideario que, a diferencia de hace 14 años, se resume en mantenerse en el poder.
Los jóvenes, pero no sólo ellos, han ocupado las calles y han logrado victoriosamente que el autoritarismo no se proclame ganador de las elecciones en primera vuelta. Por ello, quien reparte iguales responsabilidades a opositores y oficialistas por las consecuencias de las movilizaciones y piden que las calles se callen, están con los últimos.
Los jóvenes, pero no sólo ellos, han ocupado las calles y han logrado victoriosamente que el autoritarismo no se proclame ganador de las elecciones en primera vuelta. Por ello, quien reparte iguales responsabilidades a opositores y oficialistas por las consecuencias de las movilizaciones y piden que las calles se callen, están con los últimos.
Pero, los viejos marxistas deben abstenerse, porque la dirección de las movilizaciones no es la dictadura del proletariado y la violencia no es asumida como la condición necesaria para el cambio (para reponer la democracia). Las movilizaciones están inundadas de valores y principios (justicia, solidaridad, equidad, honor, respeto) tan viejas, pero tan propias de esta época y de esta generación, desbordando, incluso, los ámbitos de la política. Álvaro, tan bárbaro como siempre, no entiende esto y argumenta que Limbert, el mártir de Cochabamba, era un sicario. Insulta la memoria de Limbert y acaba despreciando a todos los jóvenes, a aquellos que desde el Gobierno ofrece viviendas y primer empleo.
Los amigos de Limbert, testigos de su homicidio, agarran a los victimarios, le aplican primeros auxilios y le llevan a la policía. Uno de ellos, lleno de dolor y lágrimas, pide (a la justicia) 30 años de cárcel, no son ángeles, tienen bronca, pero no ejercen justicia por sus propias manos.
Algunos líderes que hoy dirigen las movilizaciones, pese a su voluntad y sacrificio, no entienden esto y están forzando una salida por la fuerza (vía revolucionaria) para volcar la tortilla y someter al enemigo/perdedor. Los jóvenes no quieren someter a nadie, quieren libertad, no discriminan, ni marginan a nadie. No son ángeles ni santos los jóvenes, pero, innegablemente, son universales, pluriversales, transparentes y solventes moral y materialmente, improntas de esta generación y de esta época, provocadas, entre otras, por la tecnología (el medio es el mensaje afirmaba McLuhan). Se trata, en últimas, de una profunda reivindicación de la moral y de la ética.
Por ello, el nuevo ciclo histórico que hoy se inicia debe ser determinado y ordenado por los valores y principios de los jóvenes; valores y principios que actúan como objetivos de su lucha, puesto que, además, el mundo que se está empezando a construir es el mundo en el que vivirán ellos.
En ese marco, que nadie tenga pena, como dicen los cambas, o sientan remordimientos, como dicen los collas, si propone resolver el problema reconociendo el derecho de cada uno de los bolivianos y que cada uno de los mismos respete la ley y respete al otro. Por ello, considerando, incluso, los informes técnicos que evidencian el fraude, las mayoritarias movilizaciones callejeras y, ahora, el apoyo de la Policía al pueblo movilizado, el propósito debe ser reponer el orden democrático, empezando por la anulación de las elecciones del 20 de octubre, la destitución y procesamiento del Tribunal Supremo Electoral y, por supuesto, la designación de otro con ciudadanos notables, garantizando la participación de todos los partidos políticos y de todos los candidatos, incluido el MAS y Evo. Es impensable pensar, hasta hoy por lo menos, Bolivia sin el MAS como es impensable pensar el MAS sin Evo Morales.
Sin embargo, la voz del pueblo es la voz de Dios, y dada la enorme correlación de fuerzas en favor de la ciudadanía democrática y la acelerada pérdida de solvencia del Presidente Morales, agravada por su tuit de las 23:50 del viernes, su renuncia es inevitable; además su alejamiento del poder es un resguardo para el correcto desenvolvimiento del nuevo e imprescindible proceso electoral. Lo contrario es dejar un enorme margen de maniobra al impredecible y autoritario oficialismo.
El pedido de renuncia de Morales no es contradictorio con el respeto a la Constitución, simplemente es la sobreposición de la legitimidad sobre la legalidad, ante un gobierno que puso el marco jurídico al servicio de sus intereses. No otra cosa significa, entre otras muchas, manipular el proceso eleccionario con normas incluidas.
El próximo gobierno, cualquiera que fuera, tiene el imperativo de reponer la democracia, la moral y la ética; caso contrario, recordemos lo declarado por Álvaro Peña, la más clara sobre este tema: "? si triunfa este movimiento? ningún presidente se atreverá a hacer lo que le dé la gana" y, ojo, los "pajarillos libertarios" serán los garantes de que esto se cumpla.
(*) Miembro del Grupo de Trabajo Oruro
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