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Domingo 10 de noviembre de 2019

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Revista Dominical

Canto a la Libertad

Dedicado al 24 de Septiembre. Primera publicación del 28 de agosto de 2012

10 nov 2019

Por: José Miguel Sandoval Bleyer www.facebook.com/editorialsoylivre/

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Hubo una vez que nos atrevimos a soñar con la libertad, llevando este deseo silencioso en nuestras mentes y almas por un tiempo; más como el amanecer de un nuevo día, nuestros pechos no pudieron contenerse y cual volcán haciendo erupción, nuestras voces gritaron con ensordecedores estruendos nuestro reclamo a los tiranos de ultramar.

Ya no nos callaríamos, ya no nos doblegaríamos, ese día decidimos hacer patria, y con los corazones encendidos y los ojos puestos al futuro, desafiantes dijimos "¡BASTA!".

Ese día un pueblo rugió como el poderoso jaguar, haciéndose escuchar más allá de los llanos, hizo temblar las montañas y estremeció los mares; y su mensaje fue simple, fue profundo, fue verdadero y sigue siendo eterno.

Y la selva cantó nuestro sueño en el trino de las aves; y este canto se elevó cual oración llevada por la caricia de la brisa a un cielo de infinita pureza.

Pero las arrogantes fuerzas de la opresión aún se resistían a ceder ante lo evidente, enceguecidos por las vendas del poder decidieron acallar los cantos y robar nuestros sueños.

Pero las arrogantes fuerzas de la opresión aún se resistían a ceder ante lo evidente, enceguecidos por las vendas del poder decidieron acallar los cantos y robar nuestros sueños.

Mas los hijos hidalgos de esta tierra se levantaron rebeldes frente al gigante, cual David contra Goliath, dispuestos a "Vencer o con Gloria Morir".

Y corrió la sangre de los mártires, que ante injusta desigualdad, valientemente no retrocedieron hasta que las enviciadas bayonetas enemigas cruzaron ferozmente sus corazones, dejándonos huérfanos y a nuestras madres viudas.

Mientras desconsolados veíamos con lágrimas de dolor nuestro amado sueño herido, el fuego pasional de la lucha no se apagó, donde cayó uno se levantaron dos y donde cayeron dos se levantaron cien, hasta que un millón de voces se hicieron escuchar.

Y los hombres hermanados por el "anhelo de un mundo mejor" entonaron nuevamente su canto; y las aves volvieron a cantar con ellos, la selva refloreció exuberante de colores y los ríos fluyeron con la fuerza incontenible de la verdad.

Hasta que el último soberbio invasor dejó de mancillar con su presencia nuestro hogar y el Rey de la Montaña no tuvo más camino que temeroso esconderse en su oscuro torreón, para no volvérselo a ver nunca más.

Entonces de repente el mundo se hizo más pequeño, sin embargo, el horizonte fue mucho más amplio, tanto que la extensión se nos escapaba de las manos y la mirada se nos perdía en el infinito.

Y fuimos por ese nuevo mundo, donde nuestro sudor regó los campos y nuestras esperanzas los nutrieron, fuimos benditos en esta tierra fecunda e imperecedera en la que nacimos como hombres y mujeres LIBRES.

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