Cuando se escribÃa esta columna, el cocalero Evo Morales anunciaba que pondrÃa en movimiento a sus huestes de simpatizantes para enfrentar al movimiento de resistencia que se ha adueñado de Bolivia.
Y lo que se ve en las calles es que los militantes de la resistencia superan en una relación de siete a tres a los que defienden al cocalero.
Quizá esta relación sea un reflejo de lo que fue el resultado de la elección del 20 de octubre: 7-3. En las calles se ve, con claridad, la diferencia que hay entre los que apoyan al cocalero y los que lo repudian.
No hacen falta auditorÃas. Lo que falta son jueces de lÃnea que vean lo que ocurre en la cancha. Si los seguidores del cocalero fueran mayorÃa, se verÃa en las calles. Y lo que se ve es lo contrario.
Los cocaleros chapareños que llegan a Cochabamba decididos a romper los piquetes de bloqueos descubren muy pronto que deben enfrentar a una ciudad que los supera en una proporción muy grande. Lo han comprobado en la ciudad de Cochabamba y en Quillacollo: son minorÃa ridÃcula.
En suma, el cocalero cree que sus huestes van a salir victoriosas en este enfrentamiento, porque calcula que sus seguidores son muchos más de quienes lo repudian. TÃpico caso de dirigente engañado por su entorno.
Luego, el cálculo se complica. Si le quitas al cocalero el apoyo de los militares, le has quitado todo. No tiene militares, no tiene policÃas y sus defensores están en otra cosa.
Si has mandado a tus guerreros a combatir a los infieles, y resulta que los infieles son muchos más, en una relación de siete a uno, lo mejor que puedes hacer es retirarte. Dedicarte a otro deporte. Gobernar el paÃs, no te va.
Es un problema de números. Si tuviera este polÃtico alguien que le ayudara a leer los números, no estarÃa haciendo el ridÃculo de ahora.
Siglo21bolvia.com
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