Los talibanes criollos en acción

Por las cosas que suceden, nadie está libre de darse con lo que no se desea. Se descolgaron de alguna parte aquella noche, tal vez del mismo infierno, armados de palos, piedras, dinamitas y de furia. Era claro ver que imitaban a los originales del Pakistán asiático. Como es su especialidad, evidentemente buscaban crear pánico y zozobra. De paso, hasta intentaron quemar la estatua de Cristo. Según el exdefensor del Pueblo, "se trata de una tropa de delincuentes organizados para maltratar a los defensores de la democracia".

¿Y la policía? Los mandos superiores son militantes confesos del "proceso de cambio". Este dato es suficiente para saber de qué lado actuaban y a quienes gasificaban con sádico placer. Además, con o sin Alicia: aquella ministra que ordenó replegarse a los verde olivos para que los talibanes del Chapare quemen más rápido la prefectura, aunque ella no está ahora, decimos, esos uniformados parecen no haber cambiado. Unos años después, sólo tardaron más de dos horas para avanzar pocas cuadras en El Alto. Cuando llegaron, la alcaldía estaba ardiendo. Murieron varias personas.

Los bloqueos, las protestas y las dinamitas antes eran buenos, incluso buenísimos, servían para llegar al Palacio Quemado. A lo mejor tengan razón los cooperativistas mineros: "por la dinamita estás sentado en la silla presidencial". Sin duda, ese es también el motivo por el cual los policías les tienen una gran consideración a los dinamiteros. Atronando por el camino, llegaron a Cochabamba los talibanes criollos.

Las malas cosas no pasan. Rojean en el próximo horizonte como una nube de tormenta. O lo que es lo mismo: de la banda de los cuatro hemos ido a dar a otra, peor que aquella. La noche del 20, al advertir que la tendencia del conteo preliminar marcaba la tendencia en favor del segundo candidato, alguien del TSE ordenó la suspensión del mismo, sin ninguna explicación creíble. Está claro que el binomio chuto no quiere irse, y para ello era forzoso que ganara las elecciones, aunque sea del modo que dice haber ganado.

Como sea, en esta hora de las decisiones la disyuntiva es clara: democracia o dictadura. Con la evolución de los hechos, la situación se va definiendo por sí misma en ese sentido. Ya no hay candidatos ni auditorías valederas. Todo el proceso electoral, de principio a fin, está contaminado, por lo que debe anularse, en vista de que fue ilegal y plagado de trampas. En cada etapa de ese proceso se ha ido marcando la huella de la mitomanía palaciega.

A esa forma tortuosa de hacer las cosas, se añadió una actitud sospechosa, y es que aquel funcionario de pelo largo acogió con gran entusiasmo la idea de la auditoría, y en ese empeño se mostró ágil y diligente como nunca. Almagro, el de la OEA, al que se le vio bailando feliz en el Chapare, con una guirnalda de coca al cuello, organizó de inmediato el grupo para que se traslade a Bolivia. Pero con ese antecedente, ¿es confiable el tal Almagro? Ni para ir a la misa, como dice mi vecino.

*Es ciudadano de la república