Reencuentro de los bolivianos

Dos semanas después de las elecciones en las que participaron miles de bolivianos, mujeres y hombres, en lo que muchos llamaron la "fiesta de la democracia", el final de tal evento no ha sido de los mejores, posiblemente como ocurre en ciertas fiestas, con desavenencias, con grescas y con los ánimos caldeados al calor de la euforia temporal que genera el desencuentro de grupos sociales enardecidos por los efectos que produce una fiesta descontrolada y de muchos excesos.

Eso es lo que se observó horas después de concluido el proceso y ya en la parte formal de conocer los resultados del aporte ciudadano, obligado a través de su voto y por lo mismo con cierta expectativa para partidos, plataformas, candidatos y los seguidores anónimos de una jornada que pudo marcar el rumbo político de gobernabilidad, continuismo o alternabilidad, dependiendo de la decisión del electorado, que trasponiendo una serie de vallas en el proceso previo a la elección, llegó al día clave.

Hace dos semanas en horas de la noche, todo parecía avanzar de manera ordenada, con un cuidado especial en el manejo del material electoral permitiendo un adelanto provisional de resultados que permitió avizorar una segunda vuelta entre los dos candidatos más votados, pero tal proceso fue interrumpido abruptamente, sin mayor explicación y justificación razonable que alteró sensiblemente el conteo de votos, situación que se repuso tiempo después, pero con una muestra de cifras que influyeron radicalmente en los dos candidatos que tenían pendiente una esperanza particularizada, en un caso asegurar el porcentaje deseable y eliminar la segunda vuelta que era opción válida del otro caso.

Así interrumpida esa jornada de escrutinio y reabierta en día hábil, el panorama cambió sustancialmente, como sucedió con las cifras, lo que desató el descontento de la comunidad y se declaró una "defensa y respeto al voto del pueblo", situación que con diferentes ribetes se mantiene hasta el presente, lamentando empero hechos violentos, dos víctimas fatales, muchos lesionados, algunos detenidos, daños a la propiedad pública y privada, perjuicio en la población civil, justamente la que no tiene "pito que soplar" a favor o en contra de partidos o candidatos.

El problema ha ido creciendo, algunos días fuera del control policial, otros bajo exagerada acción represiva, uso de abundantes gases tóxicos y lo que es peor, "piedra libre" para que grupos de mineros utilicen cachorros de dinamita para amedrentar a los marchistas y bloqueadores que defienden sus derechos ciudadanos. Las autoridades implícitamente dan cauce a una peligrosa resistencia que si sale de control, puede tener funestas consecuencias, lo que realmente no merece el pueblo boliviano, de cualquier alineación política. Sin embargo es tan clara la permisibilidad oficial que hasta la Plaza Principal de La Paz, se convirtió en un reducto de movimientos sociales, incluidos baños higiénicos para centenares de personas afines al partido oficialista.

Las cosas están en un grave proceso de desencuentro ciudadano, los bolivianos aparecen divididos, ya no en partidos o plataformas, sino en los que defienden el valor del voto democrático y lo hacen pacíficamente con paros y bloqueos en todos los distritos del país y los que por su parte apoyan la continuidad del binomio oficialista, y lo hacen con actitudes hostiles, amenazas, cachorros de dinamita, y posiblemente armas de fuego, hecho que está en investigación, pero que ya tuvo dos víctimas.

La situación no puede continuar de ese modo, los planteamientos son más radicales y aunque se asegura una auditoría por parte de la OEA al proceso electoral, ahora se pide la anulación de elecciones y la renuncia del mandatario. Una situación de verdadera crisis que sólo puede arreglarse con la reconciliación de los bolivianos a partir de un diálogo abierto, y el compromiso de respetar las demandas de la comunidad y la Carta Magna.