Sábado 10 de marzo de 2012
ver hoy
Hace poco encontré a dos turistas cruceños que habían tenido la buena- o mala- idea de conocer El Alto, Tiahuanacu y Copacabana con el objetivo de ver con sus propios ojos el espacio andino que tanto ocupa las noticias, los discursos y los mitos.
Aunque cuando los encontré entre los pasajeros que cruzaban el estrecho de Tiquina, lo peor ya había pasado, su intención de hacer turismo dentro de la patria en vez de viajar a Arica, Chile, no les trajo muy buenas experiencias. Dudo que aconsejen a sus familiares o amigos repetir su caótica aventura.
Partieron en vehículo propio desde Santa Cruz de la Sierra y lograron pasar por Cochabamba y una breve escala en Oruro, sin mayores dificultades a las producidas por los caminos estropeados. Después continuaron hacia El Alto, ciudad que imaginaban llena de atractivos, como cualquier otra urbe con una población cercana al millón de habitantes.
Desde el ingreso se perdieron por calles enlodadas y recovecos, sin encontrar letreros o señalizaciones para entender en qué zona estaban, en qué barrio, por dónde continuar. Preguntaron por la plaza principal y se enteraron que no existe un centro alteño. Alguien les indicó que vayan hasta la Ceja, que es lo más conocido. No podían avanzar en medio de minibuses que se colocaban en diagonal, gritos y anuncios. Al llegar a la encrucijada de calles y puentes tampoco encontraron señales, les pareció que los conductores simplemente ya conocían las rutas y ninguna autoridad se imaginó colocar anuncios para orientar a turistas; quizá no imaginó que su ciudad puede ser visitada. Se enteraron que no existe una terminal- seis años después de gobierno de cambio- ni para los viajes interdepartamentales ni para las provincias.