Hace 1.000 años, en la antigua China, los pies de las niñas eran vendados cuando cumplían los tres años de vida. Las pequeñas eran sometidas a esta dolorosa pesadilla para que sus pies no crecieran y así, las más afortunadas podrían encontrar un digno esposo. Como resultado de este procedimiento, quedaban tullidas, incapaces de caminar normalmente por el resto de su vida.
En el siglo XVIII, con el auge del uso de los corsés (signo de elegancia y virtud), una mujer podía llegar a tener la increíble cintura de 45 cm, lo que ocasionaba esterilidad, permanentes dolores e incluso la muerte, por causa de una respiración deficiente y la constante opresión de sus órganos internos.
Nuestros lectores dirán que esto es sólo historia; sin embargo, el siglo XXI también esclaviza a la mujer a través de las exigencias de la moda. Son muchos los aspectos en los que ella ha conseguido emanciparse; no obstante, aún sufre con las fajas opresoras, los tacones de vértigo o los sensuales, pero nada saludables skinny jeans, (pantalones extremadamente ajustados).
Nuestros lectores dirán que esto es sólo historia; sin embargo, el siglo XXI también esclaviza a la mujer a través de las exigencias de la moda. Son muchos los aspectos en los que ella ha conseguido emanciparse; no obstante, aún sufre con las fajas opresoras, los tacones de vértigo o los sensuales, pero nada saludables skinny jeans, (pantalones extremadamente ajustados).
Quienes trabajan como modelos, son aún más presionadas por el control del peso, el cuidado de la piel, el cabello, etc. Hasta hace muy poco era impensable que mujeres de talla grande estuvieran en una pasarela, lo que llevaba a muchas de ellas a sufrir frustración y severos desórdenes alimenticios. Nuestros días traen aberraciones tales como la cirugía estética de pies para usar stilettos increíblemente estrechos, algunas han llegado a la radical decisión de extirpar el dedo más pequeño para poder usarlos.
Quizás la diferencia entre las mujeres de antes y las de hoy sólo estriba en que ahora, somos nosotras quienes elegimos las cadenas voluntariamente? ¿Estamos seguras? ¿O la imposición social y mediática es tan grande que nos arrincona entre ser una mujer real o alguien que se siente obligada a someterse a la dictadura de la moda?
Encontrar un sano punto de equilibrio, en el que verse bien, no signifique ser el ideal de otro, será una tarea para ayudarnos a descubrir aunque sea una pequeña parte de la felicidad; aquella que no se encuentra en el exterior, sino muy dentro de cada una de nosotras.
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