Dietmar Püpke es artificiero desde hace 16 años, inspector jefe de la policÃa, jefe de equipo y una de las personas que acude allá donde se produzca el hallazgo de una bomba.
Según el artificiero, nadie contaba con esas cantidades por lo que sencillamente "no se puede hacer un pronóstico, decir cuánto tiempo va a hacer falta para eliminar todos los artefactos", pero en todo caso, se calcula que al menos otros veinte años se necesitarán.
La ciudad contaba con muchas fábricas de armamento y aquà se libró la batalla final, recuerda.
En el despacho de Püpke, ubicado cerca del terreno en el que se detonan de manera controlada las bombas halladas, siempre y cuando su estado permite su traslado hasta este lugar, cuelga un mapa de BerlÃn con chinchetas de diferentes tamaños y colores por cada artefacto hallado y neutralizado desde 1947.
Hasta 1990, año de la reunificación de Alemania, el mapa sólo muestra los artefactos detonados en BerlÃn Occidental, los neutralizados en la parte oriental no figuran; las pocas chinchetas son de bombas halladas posteriormente, explica.
En todo caso, del mapa se desprende claramente que "el centro de BerlÃn se vio más afectado que las afueras porque a fin de cuentas el objetivo de los aliados era destruir BerlÃn en una tormenta de fuego y concentraron ahà los ataques", precisa.
Los artefactos vienen con una espoleta de retardo para que exploten cuando el fabricante lo haya determinado y, desde luego, el tiempo establecido no es de 74 años, sino de varias horas o de hasta tres dÃas, explica Püpke.
"Desde entonces, este detonador se encuentra en un estado en el que en cualquier momento puede estallar, y si esta bomba es tocada o es cambiada de lugar, se produce una onda de presión dentro del artefacto que puede activar la espoleta", precisa.
Por eso, resume, la situación más peligrosa se produce siempre que el artefacto queda descubierto, es rozado o se altera su ubicación.
En consecuencia, en algunos casos no hay otra salida que detonar la bomba de manera controlada en el lugar del hallazgo.
Convertirse en artificiero lleva entre dos y tres años, desde que comienza la formación hasta que se le considera preparado para asumir una operación, a lo que se suman entrenamientos periódicos y evaluaciones cada cinco años.
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