Hay una apreciación que completa la idea y es que, en "un país de trabas, la burocracia es reina". En el nuestro se comprueba cotidianamente que para los más sencillos menesteres que debe cumplir un ciudadano, siempre hay una traba que complica la situación, así sea de mero enunciado y aplicado mayormente en instancias de la administración pública.
No es exageración, pero quienes han hecho un seguimiento de gestiones que debe realizar una persona para legalizar, por ejemplo el funcionamiento de un negocio, está obligado a cumplir mínimamente medio centenar de trámites, sólo en una dependencia, llámese alcaldía o alguna dependencia del sistema. Otra cantidad de "elementos legales" deben efectuarse si también corresponde obtener un registro o padrón legal, que por supuesto formaliza el compromiso de un nuevo contribuyente para pagar impuestos, aquí y allí, es decir dónde se reconozca su vigencia.
Como se puede suponer, esa pesada carga de gestión implica el uso de un valioso tiempo, que no sólo se suma en algunas horas, sino en días, semanas y en ciertos casos hasta meses, cuando acaba la peregrinación del tramitante, aunque no precisamente la cadena de obligaciones, que recién comienzan y se prolongarán indefinidamente, sopesando variadas circunstancias, que son "el precio de la legalidad".
Es una evidencia la práctica de una "cultura burocrática" en todos los niveles y por cualquier situación que requiera la intervención de una segunda persona y por si fuera poco hasta de una tercera intermediación, para resolver casos tan simples como el pago de servicios, en cajas institucionales o de la banca en general.
Con experiencias de algunos ciudadanos en el penoso recorrido de la burocracia administrativa, se confirma la situación de molestia y de lógica protesta de quienes quisieran desarrollar nuevos emprendimientos o mejorar algunos a favor de la comunidad, situación que se complica desde el momento en que "así lo exige la norma" y hay que andar repetidas veces por los mismos pasillos y detenerse en las mismas ventanillas, a la espera de la voluntariosa capacidad de ayuda de algún funcionario público, un proceso que se prolonga indefinidamente y que es parte de esa cultura burocrática vigente.
Se menciona por temporadas que para "mejorar la atención al público se ampliarán los horarios de trabajo", sucede por ejemplo en periodos como el actual, con urgencia de obtener la cédula de identidad, o el caso de que algún ciudadano no pueda cumplir funciones de jurado electoral, está obligado a una penosa gestión para comprobar su imposibilidad de trabajo electoral.
Muy airosas autoridades señalan que "los servicios de atención al público mejorarán con el uso de la moderna tecnología", lo que no es evidente tomando en cuenta que un alto porcentaje de la población, todavía está muy lejos de alinearse en la cibernética, mientras otro contingente como el de la tercera edad ya no está en condiciones de modernizar su modo de vida y someterse a cambios que resultan un castigo en lugar de un beneficio.
Es necesario que los ejecutivos de instituciones de la administración pública y de algunos sectores privados, consideren la realidad en que se desenvuelve una mayoría ciudadana y en virtud a esa ineludible realidad, adopten disposiciones que hagan menos engorrosa la necesidad de realizar trámites y en otra instancia la de cumplir ciertas obligaciones. El asunto es dinamizar gestiones, reduciendo las trabas burocráticas. Ese debe ser un paso para mejorar la eficiencia de servicios.
Fuente: LA PATRIA
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