Irritados por la rampante corrupción de sus discípulos, los huesos de un educador y político temperamental decidieron salir de sus tumbas y romper todo el concreto que constituían su mausoleo, con el cual se sentían burlados y bien cubiertos para olvidarlos y que no sirvieran de ejemplo.
Los despojos de un hombre taciturno, calculador y malvado, apoyados por sus maestros, viven en permanente burla en el más allá, enrostrándole que lo venció en la tierra en el pasado y en el presente.
Los 206 huesos y 402 músculos, dirigidos por el fémur y esternón de ese hombre digno, decidieron ir al Palacio Nacional y hacer un escándalo público de proporciones nacionales e internacionales: crearon un combo y atrajeron multitudes al tocar música nostálgica aludiendo las viejas enseñanzas de moral, dignidad, honor y vergüenza.
El mayúsculo coro pregonaba ¡¡¡la mayor inmoralidad es predicar a otros las virtudes que uno no practica!!!, y a cada eslogan las multitudes respondieron con lágrimas, susurros y llantos solapados, algunos tan simuladores y disimuladores como sus destinatarios.
Le explicó al pueblo cómo trabajó con ahínco para formar política y moralmente a los que esperaba fueran cuadros de la patria y por qué renunció a su partido en 1990 ante los primeros atisbos del oportunismo, narcisismo y prevaricación de los dirigentes electos, antes de ejercer los cargos esa hueste de bandoleros.
Con rabia y lágrimas de vergüenza, los huesos y cerebro del que fue un hombre pobre económicamente, le explicaron al pueblo el contenido de un Manual de la Corrupción que con datos nacionales e internacionales elaboraron y aplican sus discípulos, leyendo primero cómo roban con los impuestos y demás ingresos de todos tipos y cómo hurtan con los gastos, indicando con precisión, y ante las fotografías de cada funcionario y beneficiado de esas prevaricaciones cuánto tenían antes y cuánto tienen ahora, en qué y dónde, señalando las cuentas y los bancos nacionales e internacionales, así como sus casas, villas, fincas, vehículos, empresas, acciones y demás propiedades.
Pidiendo perdón por las huestes que nos dejó, entendió por qué, por venganza su acérrimo enemigo prefirió a sus discípulos antes que a los suyos para dejarlos en el poder.
Llamó a la rebeldía al pueblo, a lanzarse a las calles, a destruir todo lo que sea color púrpura y llevarlos a su tumba para desaparecerlos para siempre.
Antes de la retirada, los huesos del cerebro de ese hombre brillante y honesto se unieron para pronunciar un discurso que se oyó en todo el territorio nacional, exigiendo con emoción que a cada intervalo pronunciaran un nuevo y más breve eslogan ¡¡¡farsantes, perversos dónde están los cuartos del pueblo!!!, ¡¡¡perversos, farsantes, donde están los dineros de las gentes!!!
Lentamente aparecieron, iluminados por la luz de su propia estrella, los restos fogosos y líderes de un hombre negro, que llorando, fueron a buscar a los de ese hombre digno, su maestro, y agarrados por manos y hombros desaparecieron por el firmamento, mirando a sus pasos los huesos de un hombre que encorvado y con sombrero cantaba se oye o no se oye, miraba desde una mata de mango… y que reía con una ensordecedora carcajada carmesí.
(*) Economista y político dominicano
gemta156@yahoo.es
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