Aprender a ser es el título del informe de una Comisión Internacional al que la UNESCO encomendó el estudio de la situación del problema educativo en el mundo; fue en los primeros años del decenio setenta (1973). Esa reflexión crítica sobre varios tópicos medulares se remonta a casi medio siglo de antigüedad. Pero el análisis de los problemas que la Comisión abordó son todavía hoy, en el siglo XXI, actuales. Los problemas educativos no son como algunos procesos cuya meta se avizora en el próximo horizonte. En educación, el mantener la continuidad de un proceso - debidamente orientado, claro está - es muy necesaria.
Pero sucede, como en Bolivia, que los problemas educativos son siempre antiguos, porque ninguna reforma pudo encaminarlos siquiera por rumbo adecuado. Escuelas, colegios y universidades llevan el sello de lo vetusto y obsoleto. Y la ignorancia de esta situación es uno más que se añade a los otros males. Bastante tiempo demanda y buena plata cuesta una reforma educativa, pero ahí está - desgraciadamente - el magro resultado. La salud, la justicia y la escuela son algunos de los síntomas que revelan nuestro sempiterno atraso.
Pero sucede, como en Bolivia, que los problemas educativos son siempre antiguos, porque ninguna reforma pudo encaminarlos siquiera por rumbo adecuado. Escuelas, colegios y universidades llevan el sello de lo vetusto y obsoleto. Y la ignorancia de esta situación es uno más que se añade a los otros males. Bastante tiempo demanda y buena plata cuesta una reforma educativa, pero ahí está - desgraciadamente - el magro resultado. La salud, la justicia y la escuela son algunos de los síntomas que revelan nuestro sempiterno atraso.
Volviendo al libro en cuestión, siete profesionales de distinta nacionalidad, presidida por el exministro de educación francés, Edgar Faure, analizaron los informes recogidos de 23 países. Contra lo que se puede pensar, se demostró que no obstante las diferencias inevitables, hay ciertos ejes centrales que abarcan la globalidad genérica del tema educativo. Conformaron dicha Comisión representantes de las naciones más dispares como Estados Unidos, Unión Soviética, Irán, Siria, Chile, Francia, República popular del Congo, y varios exfuncionarios que ejercieron responsabilidad ejecutiva en organismos internacionales. La pluralidad heterogénea permitió tener independencia de criterio en la consideración de los problemas. A todos interesaba saber por dónde andamos en educación. No todo caminar es bueno; hay caminos que conducen al pasado.
Como orientación general, del diagnóstico crítico a las recomendaciones razonadas, ese fue el trabajo de la Comisión. Los planes y programas "enlatados", como los que aún hay en Bolivia, son ya del pasado; ahora "ya no se trata de adquirir, aisladamente, conocimientos definitivos sino de prepararse para elaborar, a todo lo largo de la vida, un saber en constante evolución y de APRENDER A SER"; convertir las sociedades en comunidades educadoras. Las instituciones y el sistema democrático son los pilares de esa innovación. Sólo así se podría lograr, algún día, esa cara aspiración: "Educación permanente para todos".
Lo que tenemos permanente en Bolivia es la convulsión social y política, como ahora. En educación todavía no nos hemos propuesto hacer cosas nuevas. (No estamos ignorando lo que existe; conocemos la faramalla retórica de la Ley 070). Como decíamos, el libro en cuestión, Aprender a ser, circuló profusamente por todo el mundo y en varios idiomas. En Bolivia, el No. 4 de la Revista Nacional de Cultura (1979), publicada por el entonces Ministro de Educación, Marino Baptista Gumucio, abarca gran parte del contenido esencial del libro, y es probable que haya influido el mencionado libro en el pensamiento pedagógico nacional; varios documentos oficiales parecen haber recogido algunas de las ideas fundamentales, pero ninguna se plasmó en políticas de acción.
*Es pedagogo
Fuente: LA PATRIA
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