Pese al esfuerzo de voluntarios nacionales y de otros paÃses en la tarea de apagar los centenares de focos de calor, estos se propagan inexorablemente. Todo se va consumiendo, bosques, cultivos, pastizales y áreas protegidas; al paso del fuego se observan animales carbonizados por doquier. Cómo no imaginar esas llamaradas que arrasan todo cuanto encuentran a su paso: "El fuego es un monstruo que nos está amenazando. Todo es cenizas y miedo", se testimonia desde la ChiquitanÃa.
En este escenario trágico, los medios masivos y las redes sociales asisten a transparentar las imágenes de una ChiquitanÃa que se nos desploma. Medios masivos que diariamente multiplican imágenes, interpretaciones, reinterpretaciones y reconstrucciones en torno a una ChiquitanÃa que hasta ahora se nos presenta ajena, en el sentido de no haber-estado-allÃ. Sencilla y paradójicamente ignoramos de aquel ecosistema considerado como el "pulmón" de la humanidad.
En este escenario trágico, los medios masivos y las redes sociales asisten a transparentar las imágenes de una ChiquitanÃa que se nos desploma. Medios masivos que diariamente multiplican imágenes, interpretaciones, reinterpretaciones y reconstrucciones en torno a una ChiquitanÃa que hasta ahora se nos presenta ajena, en el sentido de no haber-estado-allÃ. Sencilla y paradójicamente ignoramos de aquel ecosistema considerado como el "pulmón" de la humanidad.
Más allá de los botellones de agua hasta los aviones supertanker, germina entre los ciudadanos una intersubjetividad inmediata, pero no por ello ingenua, quizá frágil, mas no depredadora, identitaria, pero no mercantilista de la tierra. Una intersubjetividad que se teje increÃblemente solidaria enarbolando el reconocimiento e identidad de una ChiquitanÃa que hasta hoy impetra vida no muerte. Una intersubjetividad joven, porque son precisamente los jóvenes quienes pugnan por reconocen que la ChiquitanÃa les pertenece, no como propiedad privada sino como lugar para vivir con la naturaleza, cuando las ciudades hoy por hoy se van convirtiendo en selvas de cemento en nombre del desarrollo.
Y para terminar, tanto más lejana tenemos a la ChiquitanÃa, hoy está más cerca de un nosotros conciencial que reclama no sólo una justicia ambiental sino la de ser considerada una naturaleza con la cual se pueda convivir.
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