La nostalgia de Johnson, Trump y la bonhomía de Bruselas

La agobiante letanía del Brexit, las volubilidades en sus decisiones y la soberbia de los parlamentarios ingleses que son reticentes a consensuar con el otro partido no obstante de ser un problema de interés nacional, han impregnado a la opinión pública mundial de una diferente impresión a la que se albergaba sobre el parlamento inglés que fue paradigma para numerosas naciones; hoy es impertérrito en su posición partidaria y abstruso en sus ideas.

Johnson y Trump irradian una inequívoca afinidad pues están invadidos por la nostalgia de dominadores y prescriptores de las decisiones en el mundo, empero, este pensamiento nunca fue realidad ni un hito histórico para registrarlo; es solo una quimera de dos políticos muy afines.

La afinidad es pasmosa por la mitomanía: Johnson, en su campaña a favor del Brexit, en una insoslayable incongruencia afirmó al pueblo inglés que Inglaterra debía pagar un millonaria suma por su membresía en la Unión Europea siendo la realidad otra. Trump ganó las elecciones con el voto de un pueblo ingenuo que creyó en la perversa y desorbitada campaña de noticias falsas contra su digna rival Hillary Clinton.

El origen de la nostalgia de hegemonía en las decisiones del mundo nace por la urgencia impostergable de derrocar al régimen nazi a través del liderazgo de EE.UU. el Reino Unido en la preparación y estrategia para el Día "D" o la invasión a Normandía que fue decisiva para ganar la Segunda Guerra mundial.

Lo que se pronostica para estos últimos tres meses del año será la ausencia de las dos posibles soluciones: Brexit convenido o Brexit sin consenso; esta última posibilidad sería desastrosa para la economía del Reino Unido, que ya está deteriorada, pues se volvería a los controles y a nuevos aranceles que, considerando la reducida extensión geográfica de Europa, es altamente inconveniente.

Si a principios de año próximo se convoca a elecciones parlamentarias ante el posible voto de desconfianza contra Boris Johnson, entonces, podría asumir como primer ministro el combativo parlamentario Corbin. Esta hipotética situación ocasionaría que el propio Corbin solicitaría a Bruselas otros seis meses para una salida convenida, plazo que seguiría crispando al pueblo inglés.

En resumen una situación de incertidumbre causada por la pusilanimidad del ex primer ministro Cameron, una decepción para la democracia inglesa a través de sus parlamentarios y una irrecuperable pérdida de imagen ante el mundo.

Otro elemento intrínseco que actúa en estas desatinadas posturas es la histórica presunción inglesa de superioridad antes los demás pueblos que le impele a no aceptar ninguna autoridad o prescripción de otros, como sucede en la Unión Europea; habría Brexit la Unión Europea hubiese estado conducida por el Reino Unido con el cargo más importante.

Por otro lado, la bonhomía de Bruselas ante las reiteradas solicitudes de nuevos plazos de Inglaterra para asumir una posición final es admirable y consecuente al espíritu de la Unión Europea donde se concede prelación al diálogo, al consenso y al entendimiento consistente entre los pueblos.

Al lector le transmito este pronóstico que, a su vez no reviste seguridad de hacerse realidad, debido a que el parlamento inglés dispone de mecanismos rápidos de convocatoria para todo tema y todo quedaría en la imprevisibilidad.

(*) Es abogado, posgrados en Filosofía y Ciencia Política, Alta Gerencia para abogados (UCB-Harvard), Interculturalidad y Educación Superior Derecho Aeronáutico, Arbitraje y Conciliación, Docencia en Educación Superior, Oratoria Jurídica, doctor honoris causa.