Domingo 08 de septiembre de 2019
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Editorial y opiniones
El Señor de El Dorado está herido de muerte
08 sep 2019
Fernando Rodríguez Mendoza
En la novela El Señor de El Dorado, de Alcides Parejas, de una manera sencilla, propia del que sabe, relata las dos expediciones de don ?uflo de Chávez, que fundó una ciudad en medio de la más absoluta soledad y que se convirtió en madre de ciudades y los cruceños en hacedores de caminos.
?uflo de Chávez encargó a los pobladores de esa nueva ciudad, donde sólo había naturaleza, una sencilla pero profunda orden, y era de que en ese inmenso territorio "lo que debemos hacer es ´desencantar y poblar´ la tierra". El personaje de la novela se da cuenta de que el reino de Candire no es de oro y joyas, es la naturaleza misma a la que se debe trabajar y con esfuerzo obtener la verdadera riqueza, que son los frutos de la tierra; el esfuerzo común permite decir que aprendió que "El dorado somos todos".
Esa mentalidad siguió en el transcurso del tiempo y permitió que, con el esfuerzo conjunto de todos sus pobladores, vinieran de donde vinieran, se formara una concepción productiva de la riqueza, a la que además se da valor agregado en beneficio de todo el conjunto de Bolivia, sin egoísmos ni mezquindades, ahora tan mal interpretada.
En conclusión considero que, "El dorado no había sido dorado, sino verde de naturaleza y esperanza".
Hoy estamos asistiendo impotentes a la herida de muerte que se la ha infligido a la Chiquitanía, con directa responsabilidad de quienes son guardianes de la misma y que, viendo el desastre que se iba a producir, no hicieron lo que debían en su momento y esperaron con nefastos cálculos políticos a que la situación se desbordara hasta los niveles de desgracia que todavía subsisten y van creciendo día a día.
Empiezan a surgir algunas voces de que la naturaleza es sabia y que va a recuperar en el tiempo lo que el fuego destruye. Es cierto, pero olvidan que por sabia que sea la naturaleza, cura sus heridas en mucho tiempo y durante ese trascurrir el impacto ambiental, que afecta a todos, incluso a los autores por comisión, omisión o lo que fuera de haberse producido los incendios, tarda en recuperar y regresar a ser ese Dorado tan buscado y encontrado finalmente, que la indolencia y el cálculo empezó a destruir.