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Domingo 08 de septiembre de 2019

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Revista Dominical

La faz romántica de Bolívar

08 sep 2019

Existe frondosa publicación sobre Bolívar. En este trabajo me permito ensayar quizá reiterativamente la otra faz del Libertador � Por: Vicente González Aramayo Zuleta - Abogado, novelista historiador, cineasta

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Nació en 1783, en Caracas, su nombre fue Simón Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios, hijo de Juan Vicente Bolívar y María Asunción Palacios: tuvo dos hermanos: María Antonia y Juan Vicente Bolívar, que murió en naufragio de un barco. Su temprana edad Simón la desarrolló en su hacienda San Mateo, al noreste de Caracas. Era de familia adinerada. Su patrimonio lo administraban sus parientes, que siempre ambicionaron su fortuna. El joven Bolívar, desde niño mostró su carácter inquieto, como si por su sangre tuviera una corriente de fuego que lo alentara: dotado de gran carisma se dio cuenta que debía crearse el detonante prístino de la rebelión contra el yugo español que oprimía a estos desgraciados pueblos; se dio también cuenta de que él tenía fuerte vocación para formar hombres y ejércitos. Biógrafos como Salvador de Madariaga, Germán Arciniega, Emil Ludwig, lo describen incluso físicamente: era físicamente de baja estatura, no tenía el cuerpo hercúleo, como se supone de muchos grandes y fuertes héroes de la Historia, más bien era de cuerpo delgado, de estatura más bien baja, del término medio, de tez morena, cabello ensortijado, ojos grandes negros, nariz y labios finos. Dotado de ese gran magnetismo, atrajo amistades, sobre todo mujeres, las que parecían enamorarse de él desde el principio. Se casó muy joven con una hermosa mujer de nombre María Teresa Rodríguez Marquesa del Toro y Alaiza. Ella le acompañó por muy poco tiempo, falleció en la hacienda, víctima de cierta fiebre que probablemente provino de las selvas enmarañadas e inhóspitas de la región amazónica, al este de Venezuela, donde existe un fenómeno extraño que los nativos conocían como la "Canaima", que se apodera de los humanos.

Nació en 1783, en Caracas, su nombre fue Simón Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios, hijo de Juan Vicente Bolívar y María Asunción Palacios: tuvo dos hermanos: María Antonia y Juan Vicente Bolívar, que murió en naufragio de un barco. Su temprana edad Simón la desarrolló en su hacienda San Mateo, al noreste de Caracas. Era de familia adinerada. Su patrimonio lo administraban sus parientes, que siempre ambicionaron su fortuna. El joven Bolívar, desde niño mostró su carácter inquieto, como si por su sangre tuviera una corriente de fuego que lo alentara: dotado de gran carisma se dio cuenta que debía crearse el detonante prístino de la rebelión contra el yugo español que oprimía a estos desgraciados pueblos; se dio también cuenta de que él tenía fuerte vocación para formar hombres y ejércitos. Biógrafos como Salvador de Madariaga, Germán Arciniega, Emil Ludwig, lo describen incluso físicamente: era físicamente de baja estatura, no tenía el cuerpo hercúleo, como se supone de muchos grandes y fuertes héroes de la Historia, más bien era de cuerpo delgado, de estatura más bien baja, del término medio, de tez morena, cabello ensortijado, ojos grandes negros, nariz y labios finos. Dotado de ese gran magnetismo, atrajo amistades, sobre todo mujeres, las que parecían enamorarse de él desde el principio. Se casó muy joven con una hermosa mujer de nombre María Teresa Rodríguez Marquesa del Toro y Alaiza. Ella le acompañó por muy poco tiempo, falleció en la hacienda, víctima de cierta fiebre que probablemente provino de las selvas enmarañadas e inhóspitas de la región amazónica, al este de Venezuela, donde existe un fenómeno extraño que los nativos conocían como la "Canaima", que se apodera de los humanos.

Viajó a París, y en esta ciudad, conoció su prima Fanny, esposa de Devieu de Villars, un aburguesado y aristocrático Parisino. En España estudió el humanismo con el profesor Simón Rodríguez, y en Roma admiró las ruinas del Foro Romano, evocando su gran legislación.

Hombres y mujeres improvisaron ejércitos semejantes a las guerrillas, y, engrosando cada vez más aquellas turbas que se convertían en ejércitos; iniciaron la marcha. Las fuerzas realistas desplegaron fuertes contingentes y bombardearon Puerto Cabello. Se dieron encuentros sangrientos. Los patriotas de Bolívar tuvieron que luchar también en forma aparte contra el llanero Boves, un bandido cruel que no apoyaba a patriotas ni a realistas. Registra la historia que en cierta ocasión este Boves ingresó a un villorrio donde se celebraba una boda. Pasó a cuchillo a todos, incluso a los recién casados. Las tropas patriotas atravesaron candentes desiertos y altos picos de montaña para llegar tanto al Ecuador como al Perú, y también hacia el Alto Perú. En toda la campaña sufrieron enormes bajas, tanto por los elementos naturales, las necesidades corporales, como el alimento, y la logística. Bolívar siempre fue la cabeza, pero en algún momento pudo advertir que el virus del rencor, la envidia y las bajas pasiones en los altos jefes de la campaña, comenzaban a horadar el principio de la lealtad, sentimiento rigurosamente necesario en la guerra. Bolívar sufrió mucho por la adversidad; su fortuna se disolvió entre ambiciosos parientes y otros, su hacienda y su casa de Caracas fueron saqueadas. En el proceso en la Revolución para la emancipación se entrevistó con San Martín, el prócer argentino, pero, parece que no pudieron avenirse en la estructura y la forma de la constitución de los pueblos; la misma gente supuso que se vislumbraba una forma de imperio que Bolívar rechazó.

Combatió en más de trescientas batallas, y fueron las más importantes la de Boyacá, Carabobo, Junín y Ayacucho. Esta última la definió Antonio José de Sucre, en quien Bolívar puso la responsabilidad en adelante. En esta batalla se rindió el virrey La Serna. En medio de aquel torbellino que causaba el vendaval de la guerra se unió a su vida una mujer extraordinaria, llamada Manuelita Sáenz, joven, bonita sensual; era la esposa del Dr. Thorne, un médico inglés a quien dejó decididamente para unirse a Bolívar, para quien hizo de cálida amante y lugarteniente. Refiere el escritor ecuatoriano Rumazo, que una noche en que ambos yacían, Manuelita con los sentidos más agudos, quizá como atributo propio en ella, advirtió que alguien ingresaba sigilosamente a la casa. Bolívar mostraba decaimiento físico, pero, ella virtualmente lo levantó y empujó hasta una ventana y lo arrojó fuera; no obstante, entraron los matones, y al no encontrar al que buscaban maltrataron a Manuelita. Iba a consumarse el asesinato del Libertador planeado por Francisco de Paula Santander, y los conjurados de esa facción. Manuelita salvó a su general. La lucha interna se hizo aguda en razón de que las otras facciones no aceptaban la Constitución Bolivariana. Esto causó gran revuelo, pero también gran amargura para el Libertador�le dolió muchísimos que hubieran separado Venezuela.

Bolívar fue a Potosí, y lanzó su famosa Proclama. Estuvo poco tiempo, declinó la Presidencia Vitalicia con la que quería honrarlo el pueblo potosino, se alegró más bien que Sucre hubiera determinado la conciliación ciudadana, la creación de un nuevo país con su nombre... esa era la honra mayor. Conoció en esta Villa a doña Joaquina Costas, y ella le dio el único hijo de su vida. Esto está probado, pero suele no aceptarse, probablemente en Venezuela por razones que podrían ser un nacionalismo exacerbado.

En toda aquella larga jornada homérica, dicen que Bolívar casi no desmontaba, parecían él y el caballo un solo ente. Un militar americano lo denominó "culo de hierro". Finalmente, cuando se hallaba ya fatigado por la lucha, la adversidad, y el mal físico que ya le roía las entrañas� acabado� perdidos sus bienes, se refugió en la casa del Marqués de Mier en su quinta de San Pedro Alejandrino, en Santa Marta. Escribieron de él que cuando estuvo en esa hacienda de la biblioteca del anfitrión extrajo dos libros, de uno dijo. "Así es el hombre actual ", sobre la conducta de un personaje arrogante y egoísta: el marqués de Santillana; del otro libro dijo: "así es como debe ser el hombre", era el libro del Quijote. En ese su último refugio, donde decaía cada día, muchos conocíamos una carta dirigida a su prima Fanny du Villars. Las primeras líneas de esa carta dicen:

"Querida Fanny/ ¿te extrañará que piense en ti/al borde del sepulcro?/ Ha llegado la última hora, /tengo al frente el Mar Caribe azul y plata/, agitado como mi alma/ con grandes tempestades./ a mis espaldas se alza el macizo gigantesco,/ (�)

En el gobierno de Hugo Chávez, el señor Néstor Abel Sender, expuso que la carta era apócrifa, y esto lo sabía Vicente Lecuna. Dijeron que se debió a la imaginación afiebrada del señor Lucian Mendible Camejo.

En esos veintiún días que estuvo en la quinta dictó su testamento, y decayó hasta llegar a un deterioro impresionante. En aquella época no confluían el tiempo y el espacio como hoy debido al sistema de transportes, de modo que Manuelita no pudo llegar a tiempo para volver a ver a su amado General. Bolívar pesaba veinticinco kilos, cuando lo condujeron de su sillón a su lecho�donde murió. Era el 17 de diciembre de 1830.

NOTAS:

Emil Ludwig, Salvador de Madariaga, Germán Arciniegas, Alfonso Rumazo. Enciclopedia de la Historia.

� En el libro "Bolívar y Bolivia" de Luis Subieta Sagárnaga, pág. 104, Potosí, 1975, encontramos el siguiente parágrafo: Un artista potosino de aquella época nos dejó un hermoso retrato, que se considera uno de los mejores en su género, y se encuentra actualmente en poder de los descendientes de don Vicente González Aramayo. Tratase pues de un lienzo al óleo de gran valor".

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