Quisiera creer que la rabia y el dolor son hoy una pequeña esperanza porque nacieron de la empatÃa con esa territorialidad extendida y dolorosa que nos llega desde la ChiquitanÃa. Miles de animales calcinados, miles de personas afectadas, millones de árboles consumidos. Casi un millón de hectáreas hechas ceniza. Nuestra Casa Grande en llamas.
La destrucción sin remedio del bosque por causa de la deforestación nos condena a una muerte lenta por si no lo saben quienes nos llevaron a esta situación lÃmite. El bosque, el Gran Chaco Chiquitano y la AmazonÃa es una fuente de vida porque asegura los ciclos de la biodiversidad, del agua, de la purificación del aire enrarecido del planeta. El Amazonas es una fuente generosa y mágica de agua y humedad para el continente porque sus árboles la producen en forma de vapor en nubes que vuelan hacia otras regiones con el viento llevando lluvia, ternura y vida a la tierra. Antonio Nobre, cientÃfico apasionado del Amazonas, afirmaba hace un tiempo que estas "nubes voladoras" producto de la magia y generosidad de los árboles podrÃan estar en peligro por efecto de la deforestación y que este gran pulmón de aire y vitalidad podrÃa comenzar un proceso de autodestrucción irreversible si el tamaño de la deforestación pasarÃa de cierto lÃmite.
Nunca antes como ahora hemos vivido tanta violencia contra la Naturaleza. Y sus gestores no son conscientes de ello. Es ahà donde reside el mayor peligro: en la ignorancia del daño y destrucción producidos por una acción propia; en la falta de lÃmites alojada en la cultura de la impunidad que sostiene a la burocracia del Estado Plurinacional, aquello que Hannah Arendt llamarÃa la "banalidad del mal".
Pero la historia puede ser implacable y Morales será recordado desde hoy y para siempre como el mayor depredador indÃgena de la AmazonÃa y el Chaco. Esta tragedia provocada por la ambición polÃtica y económica autoreferencial y autoritaria tiene que ser documentada, explicada a las siguientes generaciones. Porque es una polÃtica sobre los cuerpos que reproduce el poder patriarcal y ecocida por todo lado y Bolivia no ha sido la excepción. La destrucción de la AmazonÃa es el resultado de la alianza del patriarcado autoritario y violento con el gran capital que demanda vida para erigir sus castillos de plástico. Tiene que ser nombrada para aprender que lo poco que quede se debe CUIDAR, restaurar, proteger. Para saber que lo que cuenta no es el intelecto impostor que maquilla la injusticia y la destrucción con palabras como las de GarcÃa Linera, sino la conciencia de los lÃmites, de saber que el fuego quema, que la falta de agua mata, que el machismo denigra, que la violencia destruye, que la ambición y el cálculo polÃtico corrompen, que el exceso de tiempo en el poder es malsano y puede llegar a ser criminal.
Tal vez la única esperanza está en nuestros cuerpos que tienen la cualidad de la memoria, del movimiento, de la interconexión autoreflexiva y relacional. Hoy la única rebelión posible es la del cuerpo en conexión con la naturaleza, una alianza con las otras especies y los seres que nacieron junto a los humanos y se convirtieron en cautivos de la racionalidad capitalista patriarcal y ecocida. Nuestros cuerpos tienen sentimientos y pueden transformarlos desde la sensación de opresión e inmovilidad a que conduce el miedo a la sensación de rebeldÃa y búsqueda de nuevos horizontes desde la tierra. Desde esa tierra dulce que, aún quemada y dañada de muerte, arropa los cuerpos de los árboles y animales sacrificados; y contiene las cenizas que -en el dolor profundo de nuestro ser- están moviendo una conexión vital en nuestras aguas internas: la de la mente, los sentimientos y el corazón.
Algo que, por supuesto, no entenderán nunca los jerarcas del despojo.
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