Optimismos enfermizos decepcionan al pueblo

La profusión de promesas y ofertas siempre favorables a cada candidatura, dan lugar a creer que hay criterios equivocados en varios candidatos que parecen estar seguros de que "cualquier promesa u oferta" son buenas para el pueblo que "cree en todo"; pero, el equívoco es grande porque el pueblo no es ingenuo ni ignorante de lo que quiere y de lo que se le ofrece. Hay candidatos que se basan en el populismo y la demagogia para ofrecer lo que sea cuando la realidad es terminante en demostrar que casi todo se basa en el engaño, la mentira y sólo prima el deseo de conseguir votos.

Ofrecer lo que ya está hecho o inaugurar lo que ya lo fue en otro tiempo, no es otra cosa que pretender "hacer vivir fantasías a los posibles electores" que, en todo caso, no están ni ciegos ni son idiotas como para "caer en el mismo pozo de las ofertas incumplibles". Para algún candidato ofrecer hospitales, escuelas, colegios con la inversión de muchos millones de dólares es, simplemente, fantasía engañosa y contraria a lo que debería hacerse en política: actuar con la verdad, ser sinceros y honestos, no dar lo que ya se dio ni ofrecer lo que no será posible porque la situación económico-financiera del país no está para invertir dinero que no hay o, peor, pretender endeudar más al país para construir lo que costará infinitamente más de lo previsto y de lo necesario para satisfacer, siquiera medianamente, las urgencias populares.

Hay candidatos que ya se sienten "saboreando" el exceso de votos y creen que el pueblo los prefiere; en otras palabras, demuestran optimismos enfermizos que solamente causan decepciones a los que podrían votar. Aprovechar ciertas situaciones de poder económico o político y traspasar fronteras de la realidad con tal de que "el engaño sea positivo" es malo, es contrario a lo que se persigue; es, por el contrario, el mejor medio para perder la poca confianza que se ha conseguido.

El pueblo, el ciudadano que vaya a votar que lo haga consciente y conocedor de lo que quiere y pretende, que no vaya engañado a los recintos electorales "por un por si acaso hubiesen habido cambios" cuando la realidad se ha encargado de confirmar que la crisis en todo aspecto da muestras de que poco cambió y lo que se haga se lo realice con honestidad, apegados a la verdad; que se abandonen las medias verdades y las mentiras que hieren, lastiman y decepcionan. Un elemental principio de moralidad y apego a la verdad obliga a cada candidato a ser honesto y sincero, honrado y capaz de actuar con responsabilidad y capacidad para respetar al pueblo. Un candidato bien intencionado no debe hacer que "se descubra lo que se tenía oculto para engañar", que no se imiten las malas costumbres de los que mienten y protestan inocencia. Que la verdad sea la luz que alumbre la moral de cada uno.