La oratoria es el arte de hablar en público con elocuencia, es decir, un género literario que tiene por función persuadir primero y luego convencer, para decantar en deleitar y conmover por medio de los discursos en público.
La base de la oratoria está dicha, empero, resta mucho que explicar y aclarar los postulados semánticos de la misma trasuntando la destreza, técnica, la manipulación organizada que se comunica con argumentos incontrastables.
La oratoria es imprescindible para los juristas, identificándose aquella con las artes útiles y la práctica como técnicas invaluables para el Derecho. El arte de la oratoria ayuda al abogado diligente debido a que acomete el objetivo de cambiar la opinión en primera instancia y doblar la voluntad del juez por el convencimiento pleno; para ello la oratoria nos enseña al elegir las clases de argumentos que debemos utilizar según la problemática a dilucidar, además, nos provee en su estudio la capacidad y la destreza de interpretar la ley a través de mecanismos fiables cuando se estudia la oratoria jurÃdica.
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La oratoria es imprescindible para los juristas, identificándose aquella con las artes útiles y la práctica como técnicas invaluables para el Derecho. El arte de la oratoria ayuda al abogado diligente debido a que acomete el objetivo de cambiar la opinión en primera instancia y doblar la voluntad del juez por el convencimiento pleno; para ello la oratoria nos enseña al elegir las clases de argumentos que debemos utilizar según la problemática a dilucidar, además, nos provee en su estudio la capacidad y la destreza de interpretar la ley a través de mecanismos fiables cuando se estudia la oratoria jurÃdica.
La oratoria es una disciplina académica que no se puede trivializar con cursillos rápidos que no enseñan la esencia académica de la disciplina; para aclarar lo expresado debemos entender por elocuencia a la facultad vista como aptitud para hablar correctamente y de un modo convincente, gracias a la fuerza expresiva adquirida por el orador en todos sus aspectos externos e internos, deleitar es causar placer o agrado en el ánimo o los sentidos de los oyentes y la persuasión es lograr con argumentos, mover la voluntad de una persona, es decir, el hecho fehaciente de inducir al otro a creer o a emprender algo.
El arte y la elocuencia como fuerza expresiva son concomitantes porque no se posee el arte si no se tiene dominio, y el deleite y la persuasión son consecuencias de las primeras, siendo éstas donde subyace el éxito de los oradores.
La oratoria es inherente al discurso y cuando este en su conjunto ofrece una trilogÃa, la cual en el presente ha sido tomada con mayor énfasis, pues con ella se pueden alcanzar sin dificultad los objetivos trazados y los efectos deseados, solo es imprescindible aplicar las técnicas de la oratoria.
El discurso es el razonamiento extenso dirigido por una persona a otra o a un auditorio consistente en una exposición oral de alguna extensión elaborada usualmente con el fin de persuadir, acogiéndose a los tres aspectos de la trilogÃa que citamos: el orador (a) el contenido del discurso y el público o auditorio.
El contenido del discurso es vital, pues es el tejido concebido en el telar de las experiencias; debe estar nutrido de datos, ilustraciones verbales, personificaciones, dramatismo y ejemplos reales comprobables; todos estos transmitidos en un lenguaje adecuado al estrato social al cual se dirige, también los etarios y conocer la especialidades del auditorio que tiene al frente.
El contenido debe ser elaborado, para lo cual el orador debe investigar previamente datos y referencias sobre el tema elegido en buenas bibliotecas y luego seleccionarlos, para ello es preceptivo reunir atributos adecuados como los mentales, fÃsicos y de dicción, que contribuyen eficazmente a estructurar el discurso.
En lo tocante al factor fÃsico es preceptivo asignar mayor relevancia a la acentuación mediante las técnicas gesticulares correctas que deben nacer en el corazón, con el condicionante que deben ser sinceras y no fingidas, pues todos los públicos son inteligentes y no se debe ingresar a la tentación de subestimarlos y, si pese a ello recurren a la falacia, la intención del discurso se diluirá prontamente por su raigambre vanidoso y egoÃsta.
(*) Abogado, posgrados en Oratoria JurÃdica, Interculturalidad y Educación Superior, Docencia en Educación Superior,
Alta Gerencia para abogados, FilosofÃa y Ciencia PolÃtica (maestn), Arbitraje y Conciliación, autor del libro
"Oratoria aplicada al Derecho", tercera edición.