El domingo en un periódico nacional encontré un necrológico demoledor: "Con el dolor e impotencia de todo un país, lamentamos anunciar el fallecimiento de que en vida fue un lugar mágico, lleno de fauna y flora, que supo brindar desprendidamente oxígeno no solo a los bolivianos sino al mundo: PARTE DE LA AMAZONÍA BOLIVIANA Q.E.P.D.". Se trata de una agonía que no acaba, causada por la imprevisión, el cálculo político-electoral, el egoísmo, la ceguera de gestión; y con declaraciones inescrupulosas que avientan temeraria y falazmente a ajenos sus responsabilidades. Si bien ese necrológico y mi descripción de causas se referían a Bolivia, a pie juntillas son también válidas para Brasil.
¿Por qué lo digo? Imprevisión, porque ni Brasil ni Bolivia tomaron los recaudos adecuados para solucionar la crisis en sus inicios; y mucho menos, para prevenirla. La diferencia está en que Brasil puede movilizar 44.000 soldados (como lo ha hecho) en cuestión de horas y cuenta con muchos recursos (además, no rechaza la ayuda argentina). Nosotros, en cambio, cada día de demora (de nuestro "dejen hacer, dejen pasar, que todo se arregla") nos cuesta miles de hectáreas y animales incinerados, muchos damnificados y muchos menos recursos imprescindibles, ahora que el gas deja de ser aceleradamente nuestro comodín para un desarrollo que no llegó.
¿Por qué lo digo? Imprevisión, porque ni Brasil ni Bolivia tomaron los recaudos adecuados para solucionar la crisis en sus inicios; y mucho menos, para prevenirla. La diferencia está en que Brasil puede movilizar 44.000 soldados (como lo ha hecho) en cuestión de horas y cuenta con muchos recursos (además, no rechaza la ayuda argentina). Nosotros, en cambio, cada día de demora (de nuestro "dejen hacer, dejen pasar, que todo se arregla") nos cuesta miles de hectáreas y animales incinerados, muchos damnificados y muchos menos recursos imprescindibles, ahora que el gas deja de ser aceleradamente nuestro comodín para un desarrollo que no llegó.
Cálculo político-electoral porque en Brasil "liberar" la Amazonía en favor de los empresarios y campesinos fue una promesa electoral de Bolsonaro (y con ello no libero de culpa alguna a las administraciones petistas, que también dejaron avanzar sobre la selva, aunque sin anuncio declarado). Y aquende, la entrega de tierras a "colonos" trasplantados de occidente, incluso en reservas protegidas como Tucabaca y Paquió, ahora quemadas, con el fin de reconfigurar el panorama electoral a favor del MAS.
Egoísmo, porque en ambos países la destrucción irresponsable de bosques y selvas con el argumento de ampliar "la frontera agropecuaria" no consideró para nada el desarrollo sostenible ni los impactos que provocaría; voracidad con mucho de avaricia de algunos empresarios y colonos de ambos países, con complicidad -no indolencia- de sus gobiernos.
Ceguera de gestión, por la imprevisión y la lenta reacción gubernamental (parsimonia indolente). En Bolivia, la declaratoria de desastre, y la reciente aceptación de ayuda internacional "para el miércoles" (como si al Ejecutivo le costara "angustias" aceptarla), se sigue alargando, porque significará aceptar las graves equivocaciones de la Ley 741/2015, que autoriza desmontes de hasta 20 hectáreas y del Decreto Supremo 3973/2019 (por mencionar las normas más directas), que autorizó, un mes antes del inicio de los incendios, chaqueos "controlados" y modificó el DS 26075/2001, que protegía más de 41 millones de hectáreas como tierras de producción forestal permanente. Para justificar esta medida aseguran que "el crecimiento poblacional, (y el) incremento de la demanda interna y externa de alimentos (?) hacen necesario asumir medidas estratégicas tendientes a ampliar las superficies para cultivo y producción agrícola y ganadera, a través de la apertura de la frontera agropecuaria".
Por último, en Brasil declaraciones oficiales temerarias atribuyen los incendios a ONG ambientalistas e indígenas (aseveraciones luego reculadas); y en Bolivia, a la oposición "por pedir ayuda internacional".
Los incendios en ambos países (y ahora en Paraguay) y el humo -que ha cubierto parte de Bolivia, Brasil (puso a São Paulo a oscuras), Paraguay, Argentina y ha llegado a Uruguay y Perú- han "incendiado" al G7 y suscitado fuertes críticas y denuncias de muchos (incluidos la ONU y la Iglesia) contra ambos gobiernos. Ojalá no sea demasiado tarde.
* Analista y consultor político
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