Las últimas actividades que hemos vivido todos los bolivianos en el pasado mes de febrero, con la realización del Carnaval propiamente dicho, aunque en Oruro el mismo hecho se vive desde noviembre y se produce con inusitada frecuencia en cualquier fecha de celebración, religiosa o estudiantil el factor contaminante que más lastima la salud de la ciudadanía local, tiene que ver con los estridentes sonidos que se producen en las calles y en locales donde el ruido es parte del negocio.
Señalamos esto porque en verdad, sin exageración, diariamente se produce la contaminación auditiva de la población, con la estridencia de parlantes que se instalan en todo tipo de comercios y amplifican música o anuncios, con la presencia de una banda en cualquier calle y por motivos especiales, con los bocinazos de toda clase de motorizados, con el uso exagerado de petardos y hasta de cachorros de dinamita en las frecuentes marchas sociales y finalmente con la profusión de vivas y mueras que profieren manifestantes a lo largo de prolongadas marchas o bloqueos en el centro mismo de la ciudad, no está fuera de este cúmulo de infracciones el de automóviles con música a todo volumen, un camión de gas con su claxon hidráulico o un atrevido anunciador promoviendo cualquier cosa con exceso de volumen, lastimando el oído ciudadano sin ninguna consideración y peor aún sin restricción alguna.
Pero no es todo en materia de contaminación, sino que el ciudadano común debe soportar también otro hecho contaminante fuerte y hostil a través de la multiplicación de avisos de todo tamaño y color, que se colocan en algunos casos en sitios elevados u otros que están a la altura de la cabeza de cualquier transeúnte que debe darse modos para evitar chocar y lastimarse con esos anuncios, unos más o menos estéticos y otros altamente “chabacanos” que lastiman el sentido estético de las personas son una molestia y un grave peligro.
Estos problemas que se observan diariamente deberían ser restringidos con la aplicación de normas en vigencia pero que no se aplican, se incumplen y hasta parecería que son ignoradas deliberadamente por las autoridades y funcionarios encargados de cuidar la seguridad y la salud de la población.
Una serie de estudios refieren que estos problemas diarios causan una serie de problemas en la salud de los ciudadanos que en algunos casos son atribuidos a otras condiciones físicas, cuando en realidad son resultado de soportar cada día las contingencias de excesivos ruidos, de problemas que interfieren una normal visualización del entorno callejero o simplemente de sufrir stress por todo el conjunto de irregularidades que se deben sortear en las calles… esos hechos aunque, no se crea, son la causa de males cardiacos, gastrointestinales y nerviosos que alteran el buen vivir de la gente.
Bajo tales condiciones, fácilmente comprobables, es necesario que de una vez por todas las autoridades asuman la responsabilidad de evitar esta abierta e inhumana contaminación acústica y visual, simplemente controlando y en su caso prohibiendo el mal uso de ciertos componentes que no deben ser usados por su peligrosidad.
Es cuestión de ordenamiento, de disciplina que logrará con la aplicación de sanciones pecuniarias que por otro lado favorecerán a la economía del municipio. Por lo demás caminar por nuestras calles es una aventura peligrosa, intolerable, frente a la indisciplina de pocos que causa problemas a muchos.
Fuente: La Patria
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